Mia es una jóven santafesina que vive en Alemania, la semana pasada volvió a Santa Fe para tener un encuentro que recordará toda su vida.
Mia viajó desde lejos, sin saber muy bien cómo iba a ser el encuentro con su ahijada. Su equipaje estaba cargado de expectativas, ganas y algunos regalos.
Lucre tiene siete años y vive en un barrio periférico de la Ciudad de Santa Fe, su familia es grande en todo sentido: numerosa y de gran corazón.
Llegamos y nos encontramos con Lucre, su papá y su abuela en la escuela del barrio donde ella es alumna. Nos recibieron con jugo y pizzas caseras, estaba claro que era un acontecimiento importante.
Entre risas y miradas se notaba el nerviosismo de las dos. Mia tenía ganas de saber de su ahijada, conocer sus gustos y su día a día pero entendía que todo debía seguir un rumbo tranquilo. Lucre estaba encantada con el tobogán que no siempre puede usar ya que es para los niños más chicos de la escuela, subió y bajó infinidad de veces, se reía y disfrutaba jugando.
Silvia, la abuela, contaba mientras cómo es su nieta, qué le gusta hacer, cómo está compuesta la familia.
Entre juego y juego, Lucre acercó a Mia su cuaderno de clases, esas miradas y risas vergonzosas del principio se convirtieron en una charla imparable acerca de números, letras y dibujos.
Mia le comentó a su ahijada que había viajado en avión desde lejos para conocerla, la cara de sorpresa de la nena dio inicio a una seguidilla de preguntas sobre cómo es volar, si le daba miedo, cómo es el lugar donde vive…estaba encantada con lo que su madrina le contaba, la miraba asombrada y la escuchaba con mucha atención.
Luego de un largo encuentro lleno de positivismo y alegría, llegó el momento de la despedida. Lucre tenía que ir a clases pero estaba claro que prefería quedarse con su madrina; fue entonces cuando Silvia, conociendo bien a su nieta, expresó que la nena nunca más iba a olvidarse de ese momento, de ese encuentro con una persona que hasta unas pocas horas atrás no conocía, que se preocupa por ella y que la acompaña en su educación aunque no vivan en la misma ciudad, país ni continente.
La esencia del programa Padrinos Solidarios se basa en un acompañamiento desinteresado, fundado en el amor por el otro y en la búsqueda de un desarrollo comunitario.
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